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Navidad, luces y sombras.

 

Navidad luces

 

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Estamos ya a poco más de la mitad de estas fiestas y como cada año, en mi caso, vivo la Navidad con luces y sombras.

 

 

LUCES

 

 

Luces porque mi marido y mis peques cogen unos días de vacaciones y aunque yo trabajo, procuro no hacerlo a las tardes para pasar el mayor tiempo posible en familia.

 

Adoro llegar a casa y que estén los tres allí, esperándome para disfrutar de la tarde todos juntos, aunque sea sin hacer nada.

 

 

Luces por los adornos que embellecen las calles, los comercios, las empresas y nuestras casas.

 

Los adornos nos transmiten alegría e ilusión, y es casi imposible estar de mal humor mientras miras el árbol de Navidad que has colocado con tanto afán, y observas cómo va engordando poco a poco cada día con los nuevos dibujos y manualidades que van colgando los peques.

 

¡Es que me encanta!

 

 

Una vez más luces por los regalos, y no me refiero a los que traen Papá Noel o Los Reyes Magos, sino a los que te dan aquellos que te aprecian.

 

Ese cardo en Navidad, esa verdura recién cogida del huerto, una buena botella de vino, unos bombones y no hablemos de la riquísima cesta de Navidad que tengo la suerte de seguir recibiendo.

 

 

Ves la generosidad y el cariño en estos gestos y te hacen sentir muy bien.

 

 

Y de nuevo por los amigos y por el reencuentro con aquellos que pese a no vivir muy lejos, por circunstancias de la vida, ves sólo en estas fechas y poco más.

 

Acabar el año de cañas y vinos con tus amigos, poniéndote rápidamente al día y deseando volver a verlos pronto es, sin duda, de las mayores alegrías.

 

 

LUCES Y SOMBRAS

 

 

Navidad Luces y sombras

 

 

Las luces y sombras vienen -en mi caso- de la mano de mi familia. Una simbiosis perfecta entre ambas cosas. Todos estamos cerca, aunque a veces nos sentimos bien lejos.

 

Los peques aportan el color, la algarabía y la vida que a los mayores a veces parece nos han abandonado.

 

El esfuerzo agotador de preparar tanto festín. El estrés de las compras, la preocupación del menú, el miedo a quemar la cena, a que no guste tu cocina, a que no entiendan a través de tus platos todo lo que te importan.

 

Y la alegría de su compañía, de disfrutarlo juntos.

 

La verdadera importancia que tiene estar en familia.

 

 

Entre unos y otros, las bromas y estereotipos de siempre, amigables y punzantes al unísono.

 

Y el bolsillo, que no perdona en unas fechas en las que todo se nos hace poco y cuando ya han terminado, te dices una vez más que quizás no merecía la pena dejarlo otra vez con telarañas.

 

Gastamos demasiado en cosas que no son necesarias y la cuesta de enero ya se acerca.

 

 

La familia. Una mezcla perfecta de aceite y vinagre en un gran vaso emocional.

 

 

SOMBRAS 

 

 

Navidad sombras

 

 

Sombras que vienen a mí en Navidad por un motivo que todavía desconozco. Por estas fechas y hasta el inicio del año nuevo, siempre, sin excepción, me embarga una profunda tristeza.

 

Es como si las débiles barreras que tengo para protegerme de las emociones ajenas se desmoronaran ante mis ojos y, al ver las noticias, leer la prensa o pasear por la calle, pudiera de algún modo sentir todo el dolor y la tristeza que pululan por el ambiente.

 

En una de nuestras recientes salidas en familia, paseando por una calle escuchamos el sonido de un violín. Fue emocionante porque para mí es junto al piano, uno de mis instrumentos preferidos.

 

Una mujer bien entrada en años lo tocaba junto a la fachada de un comercio. Iba abrigada pero se le sentía el frío. En el suelo un pequeño CD y un cartel que indicaba sus datos de contacto para bodas y eventos.

 

En el cartel su foto de diez atrás.

 

Sentí una profunda tristeza, como si pudiera ver en sus ojos los años que habían pasado cargados de experiencias, más malas que buenas.

 

Por supuesto le echamos unas monedas pero me supieron a limosna barata.

 

Aún veo sus manos enrojecidas moviendo vigorosamente el arco sobre las cuerdas. Recuerdo el sonido de las notas y me pregunto todavía qué será de su vida.

 

 

Y como ésta situación muchas más.

 

El castañero que se pasa horas de pie, metido en su cubículo, con las manos ennegrecidas por el carbón y esperando poder vender unas pocas castañas.

 

Un padre que regaña a su hijo de malas formas aún cuando éste le mira suplicando un cariño que hace tiempo no recibe.

 

El perro que anda suelto por la calle buscando cobijo, con sus huesos por camisa.

 

Y sobre todo las noticias de la tele, que ensalzan tontería tras tontería – el Gran Hermano X, el Gran Hermano Y, el vestido de la fulanita, la ruptura del menganito- sin hacer caso ni a la vida ni al sentido común.

 

 

Es como si en estas fechas pudiera ver más allá, sentir más intensamente todo lo malo. Como si estas emociones negativas fueran mías, y su fortaleza, su realidad, me paralizara. Enfrían mi alma y me la dejan inservible por unos cuantos días.

 

Por eso para mí la Navidad tiene luces y sombras.

 

Aunque calma porque llega el 1 de enero y vuelvo a la carga.

 

La barrera poco a poco empieza a formarse de nuevo y mi pequeño mundo se torna increíble. Las luces lo inundan todo, llenas de sueños por cumplir, retos a los que enfrentarse, ideas locas y el firme convencimiento de que siempre, siempre, tenemos que darle gracias a la vida.

 

Con el Año Nuevo llegan los buenos propósitos, las ganas locas de no fallarnos de nuevo, de continuar intentándolo, y de no pensar en el ayer sino en el futuro  prometedor.

 

Y aún quedan días para seguir disfrutando, porque hasta después del día de Reyes seguimos estando en Navidad.

 

La Navidad, una época con sus luces y sombras y que yo adoro.

 

Así que os deseo de todo corazón,

 

 

¡¡¡ Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo !!!

 

 

Y que las luces lo acaparen todo. Que le sonriáis a la vida. Y que seáis fuertes, disfrutéis de cada momento y sobre todo, seáis inmensamente felices.

 

Un fuerte abrazo,

 

 

 

 

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