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Mi Javierada 2018

 

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Agujetas: dolor muscular tras un esfuerzo no habitual e intenso. Ampollas: elevación local de la epidermis por acumulación de líquido. Sueño: deseo o necesidad de dormir Cansancio: falta de fuerzas que resulta de haberse fatigado

¿¿¿Pero qué necesidad tenía yo de todo esto por favor??? ¿¿¿Por qué???   A ver, que la teoría muy bien: Un fin de semana de excursión por el campo compartiendo momentos inolvidables con tu pareja, amigos y convecinos. Visita turística por un pueblo con encanto y cómo no, aire puro, deporte y descompresión mental .   ¡Qué bien suena ¿verdad?   Pues de la teoría a la práctica va un rato largo…   Madrugón a las seis de la mañana para coger un autobús hasta la salida, llegada a las ocho a Carcastillo y, sin mas dilación, mochila y ¡al tajo!   En cuanto me eché a andar recordé amargamente -una vez más- que debería haber practicado un poco. Que sí, que ahora estoy en buena forma, pero el hit de mi Personal Trainer no sirve de mucho si te tienes que pegar andando por el campo desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde. Aún me entran sudores fríos de recordarlo.   Andamos unas tres horas -algunos bastante menos por eso de que están acostumbrados- y nos echamos a almorzar. Digo «echar» porque literalmente no podemos mantenernos erguidos, que no nos da más que para abrir y cerrar ojos y boca.   Disfrutamos de un opíparo almuerzo y de nuevo mochila a la espalda porque quedaba lo peor. Lo de antes del almuerzo es un paseo, luego sí que sufres lo tuyo. Y lo digo yo que hago la Javierada «light», los que cruzan las Bardenas se merecen una ola.   Lo cierto es que como ya he ido varias veces este año no me ha tocado tanto la patatita. Ya sabes por dónde ir, reconoces este árbol, el otro… ahora viene esa curva, enseguida cuesta arriba… y encima te vas acordando de cómo siempre te arrepientes a la mitad porque estás echando las tripas.   Este año como novedad me dio ciática, o pseudociática según mi osteópata. Menos mal que mi queridín andaba por ahí pastillón en mano y me dió antiinflamatorio como para una elefanta. Eso y un rápido masaje con el gel de placer Reflex hicieron que abandonara las lágrimas de rabia y dolor y al final subiera Monte Peña como las cabras.   Menos mal, porque la idea de que me tele transportaran los de Protección Civil por una pseudociática no me atraía en absoluto.   Casi no llegamos a comer pero no importaba, había almorzado como si no hubiera un mañana. .. ni un ayer… ni un hoy… ni un antes de ayer…   Jo, salivo sólo de recordar ese trozo de choriceta que me prohibió expresamente mi endocrino, acompañado de su hermana la panceta y sus primas las costillas. Toda una fiesta de brasas y colesterol que quitaban el sentido.   Pero me mantuve firme y no probé los dulces, más que nada porque ya no me cabían y hubiera sido toda una lástima vomitar como una posesa esos deliciosos manjares.   Como ya digo, al rato de comenzar la segunda caminata me dió una pseudociática mortal, pero logré superar el bache y cerré etapa a las seis de la tarde como una campeona.   Llegamos los últimos de los últimos de los ultimísimos, pero eso en mi caso es habitual y como carezco de orgullo competitivo pues yo tan feliz.   Poco tiempo después y tras una reconfortante ducha nos fuimos de pinchos por SOS del Rey Católico. Un pueblo con un encanto especial.   Ese fin de semana está hasta arriba de peregrinos asi que cuando cogimos un buen sitio en un bar, nos miramos todos con cara de póker y optamos por no movernos de allí y ponernos hasta las cejas de todo lo que tuvieran: patatas bravas, pinchos morunos, pochas con casquería… otra locura culinaria vaya… Entre las agujetas que habían aparecido sin ser invitadas y la comilona casi no me levanto de la silla.   Y lo pasamos genial con los amigos de siempre.

¡Qué lujazo!

Y al día siguiente pues de nuevo madrugón y al Vía Crucis.

El Vía Crucis: recorrido desde Sangüesa hasta Javier por carretera, orando en todas las cruces.

Para el acérrimo religioso tiene que ser un camino fantástico pero para mi es un pequeño calvario. Se te pone la cabeza como un bombo con el cántico religioso, los Padres Nuestros, los Aves María y la propaganda eclesiástica. ¡Vaya, que cuento las catorce cruces como si fueran las mías!   Pero hay que respetarlo, son las tradiciones y también tienen su encanto. A causa de ellas estuve allí un año más, una más entre esas 7.700 personas que por variopintos motivos acudimos al mismo lugar. La verdad es que ahora al recordarlo me emociono.   En fin, esta fue mi experiencia en la Javierada de este año, un bonito recuerdo la verdad. Volveré. Me quejo pero siempre lo hago. Tienen algo especial…

¿Por qué siempre las cosas son mejores una vez las recordamos? Curioso.

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