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El músculo del bienestar

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¿Y si no sale bien?

 

 

Estaba preguntándome cómo me sentiría yo, cómo se sentiría cualquiera que ponga el alma o la ilusión en un nuevo proyecto si éste luego es un fiasco.

 

 

¿Debes prepararte para ello?

 

 

Si lo haces, parece que piensas más en lo negativo que en lo positivo y quizás no atraigas la energía correcta. Si no lo haces, seguramente pecarás de ingenuo.

 

 

Francamente, temo no saber enfrentarme al fracaso. Y no porque todo lo que haya conseguido sea un éxito, que ni de lejos, sino porque cada vez que me caigo me cuesta más levantarme.

 

 

Admitir que no has tenido suerte, que algo habrás hecho mal y que tendrás que aprender de ello no cambia tus sentimientos de frustración y decepción.

 

 

En ocasiones me cuesta creer en mí misma, confiar en mis virtudes y ver un futuro prometedor. Sin embargo me resulta fácil ver mis defectos, mis carencias y el lado negativo de las cosas.

 

 

No me considero pesimista pero creo que hemos aprendido desde niños a enfocar las cosas siempre por el lado negativo, a ponernos en modo supervivencia, y ahora cuesta horrores ver luces de colores.

 

 

El músculo del bienestar

 

 

Hoy estaba trabajando con mi hija El músculo del bienestar basado en el método S.A.N.E. que imparte el Centro Emta en Tudela, y me sorprendía el que, con tan sólo nueve años, recordára más de diez imágenes y sucesos en su cabeza que le evocaban sentimientos de frustración, enojo y malestar.

 

Por el contrario, ha tenido que hacer un gran esfuerzo para visualizar un recuerdo que la hubiera hecho realmente feliz.

 

Al final ni siquiera lo ha logrado del todo.

 

 

Creo que como madre no lo estoy haciendo del todo mal. Estoy segura de que le doy tal cantidad de amor que no se sentirá desamparada emocionalmente el día de mañana, pero me entristece ver las dificultades que tiene para acceder a recuerdos ligados a sentimientos de dicha y alegría.

 

 

Al final me ha confesado que se siente bien en el más absoluto silencio.

 

 

Sí, éste es un mundo muy ruidoso hija mía.

 

 

Entiendo que estas cosas van en el carácter porque le he pedido el mismo ejercicio a mi hijo pequeño y al segundo estaba sonriendo risueño.

 

 

Así que voy a insistir en ello. Tenemos que reeducar nuestro cerebro tal y como hacemos con nuestro cuerpo. Es un esfuerzo constante con el que a largo plazo se obtienen grandes beneficios.

 

 

Hagamos el siguiente ejercicio:

 

1.- Pensemos en un recuerdo que nos evoque sentimientos de dicha, felicidad y alegría.Si no lo logramos no hay problema, simplemente .nos lo inventamos.

 

2.- Regodeémonos en ese pensamiento, en ese recuerdo. Pongamos todos nuestros sentidos a ello. Vista, oído, olfato, sabor y tacto. Y si alguien es un superhéroe que ponga también su súper poder a ello.

 

3.- Notemos cómo nos embarga cada vez más ese sentimiento, esa emoción, esa dicha.

 

4.- ¡Disfrutémoslo! Porque ese será nuestro pensamiento ancla, al que volveremos cuando estemos de bajón.

 

 

Si hacemos este ejercicio lo suficiente estaremos «reeducando» nuestro cerebro, creando una zona de confort a la que acceder cuando nos sintamos mal.

 

 

Y a veces inconscientemente volveremos a ella simplemente porque nos apetece.

 

 

No es importante el recuerdo en sí mismo – un día de playa, vacaciones, salida al campo, un evento especial o un sueño – lo relevante es el sentimiento.

 

 

Yo he aprendido a evocar sentimientos en los que me sentía orgullosa de mí misma y acudo a ellos cuando dudo de mis capacidades. Estoy aprendiendo a conectar con sentimientos de dicha y alegría y cuando me da el bajón también me refugio en ellos.

 

No sé explicarlo muy bien pero tampoco se trata de evadirse del mundo, solo se trata de cambiar el chip, de no dejarte arrastrar por emociones que por muy válidas que sean no te van a llevar por el buen camino.

 

Tomo prestadas las siguientes palabras de mi adorada hermana gemela,

 

Si se mira sólo viendo lo que no te gusta, lo que te gustaría cambiar, lo que te falta o lo que te agobia, todo se vuelve turbio y borroso y no se ve con claridad.

 

Así que tenemos que cambiar la mirada, nuestra perspectiva. Y aunque esto no te va a cambiar la vida de repente, con el tiempo cambiará tu actitud y con la actitud adecuada sí veras luces de colores…

 

 

 

¡Feliz ejercicio!

 

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