1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (Ninguna valoración todavía)
Cargando...

 

¿Cuántas veces te has dicho a ti mismo que eres tu peor enemigo?

 

¿Muchas?

 

Cuando te dices a tí mismo que eres tu peor enemigo quizás tengas baja tu autoestima, sientas frustración y te dejes dominar por el miedo.

 

 

Si no puedes culpar a nada ni a nadie, acabas culpándote a tí mismo y te conviertes en eso, en tu peor enemigo.

 

 

Imagínate que estas tratando de dejar de fumar y un día recaes.

 

Te dices:

 

– Es que no puedo dejarlo, soy un desastre, no tengo fuerza de voluntad.

 

 

Quizás quieras un ascenso y en tu empresa se lo dan a otro,

 

– ¿Ves? Normal, si es que es mucho mejor que yo. Quizás no me lo merecía.

 

 

O rompes con tu pareja,

 

– Ha encontrado a alguien mejor. No me extraña, bastante me ha aguantado.

 

 

Si te regodeas en estos pensamientos día tras día, al final tu mente y el universo unirán fuerzas para hacerlos realidad y si eso pasa, será mucho más difícil cambiar esa dinámica.

 

 

Porque somos lo que pensamos.

 

 

Según La Ley de la Atracción podemos regular nuestros pensamientos para crear realidades, de modo que si vivimos con la queja constante y con el miedo, atraeremos justo todo lo contrario a lo que anhelamos.

 

Podrás creer en ello o no, esa no es la cuestión, lo que está claro es que castigarte a tí mismo, sentirse inferior a los demás o tener miedo a algo que no ha sucedido, no te hace ningún bien.

 

 

El miedo

 

 

Si vivimos con miedo es probablemente porque nos hemos criado entre él.

 

Muchos de nosotros hemos crecido con la suerte de que no nos ha faltado de nada, pero nuestros padres nacieron en la España de la postguerra y han vivido en la escasez, y no digamos nuestro abuelos, que vivieron una guerra.

 

Las guerras no sólo sacan lo peor del ser humano y acaban con la vida, sino que matan la esperanza y la ilusión de un futuro mejor. Sumen al ser humano en el miedo más auténtico.

 

 

El miedo. Éste es sin duda nuestro peor enemigo.

 

 

Tememos quedarnos sin empleo, sin pareja, sin amigos, sin familia, sin recursos…. tememos perderlo todo.

 

Éste es el origen.

 

Desde el principio de los tiempos el hombre lucha por sobrevivir, para lo cual necesita alimentarse. Hoy en día es lo mismo. Nuestro empleo es nuestro modo de subsistencia. Nuestra pareja, familia y amigos también lo son, por eso de que formamos un conjunto que nos hace más fuertes.

 

Perder cualquiera de estas cosas nos haría perder nuestra seguridad, y sin darnos cuenta nos programamos para estar alerta, viviendo en un estado de peligro constante. Nuestros niveles de estrés suben como la espuma y nos mostramos incapaces de disfrutar de todo cuanto tenemos.

 

Simplemente no lo vemos. Y si lo vemos, no lo sentimos.

 

 

¿Pero cómo reprogramar nuestros pensamientos?

 

 

Es algo bastante difícil ya que es un hábito heredado. Cuesta trabajo.

 

Lo primero que hay que hacer es confiar. Creer en que es posible. Quizás nos cueste algo de esfuerzo, pero es posible.

 

Nuestra principal arma: la meditación o el Mindfulness.

 

El Mindfulness es el top ten aunque no es necesario como primer paso empezar por aquí. Hay un modo más sencillo que todo esto.

 

Lo primero, lo principal, lo esencial me atrevería a decir, es tratarnos a nosotros mismos como tratamos a la persona a quien más queremos, con todo el respeto, cariño, y ánimo del mundo.

 

Se trata de no hacernos a nosotros mismos aquello que no se nos ocurriría hacer a otro.

 

Que has recaído en un vicio,

 

– Qué porras. Ha sido un tropiezo, hoy lo voy a hacer mejor. Lo voy a conseguir.

 

 

Que no has conseguido ese empleo,

 

– Voy a prepararme mejor. No estaba de ser, será por algo. Seguro que me vendrá algo mejor.

 

 

Que has roto tu relación,

 

– Lucha si es de verdad. Si no asume y sigue adelante.

 

 

Háblate cómo le hablarías a cualquier otro, sin culpabilizarte, dándote ánimos, destacando tus fortalezas y confiando en ti mismo.

 

 

¡¡¡ CREE EN TÍ !!!

 

 

Así de simple.

 

Si además le dedicas un ratito al día a la meditación o al mindfulness, mejor que mejor.

 

 

Si no, simplemente quiérete.