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El instante del click

 

El instante del click

 

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Todo cambio necesita su click, ese instante en el que se activa un resorte interno que te da la certeza de que sí, de que esta vez vas a poder.

 

 

«tienes que» 

 

 

Hoy en día es frecuente que cuando expresamos en voz alta nuestras quejas y preocupaciones nos encontremos por parte de quienes tienen la buena (o mala suerte) de escucharnos un tienes que.

 

Si te quejas de tu físico te responden con un tienes que ponerte a dieta y hacer ejercicio. Que lo haces del trabajo te encuentras con un tienes que buscar otro o prepararte más. Del comportamiento de tus hijos, ahí los tienes que van que vuelan, y no sólo de otros padres sino de aquellos que aunque no lo son creen saberlo todo sobre su crianza.

 

Lo cierto es que quejarnos no es una solución, ni siquiera una alternativa ya que nos anclamos en una actitud que difícilmente nos llevará hacia un cambio. Y si vives en la queja continua también te expones a que aquél que te escuche interprete que le estás pidiendo consejo y opte por iluminarte con su extrema sabiduría.

 

– Que si tienes que hacer esto así, que si tienes que hacer aquello asá…

 

Con cuánta ligereza muchos de nosotros nos permitimos decir a los demás lo que deben hacer, aunque ni siquiera nos hayan expresado su deseo de saberlo.

 

Y la realidad es que la mayoría ve con claridad qué es lo que debe hacer para cambiar aquello que desea.

 

Pensémoslo bien. Es poco probable que un fumador no sepa que tiene que dejarlo, o que una persona con hábitos sedentarios no sea consciente de que debe practicar ejercicio porque es bueno para su salud, o que quien protesta por su trabajo no sea consciente de que debe hacer algo al respecto.

 

Seguramente hasta se hayan informado bien de cómo hacerlo.

 

 

El instante del click 

 

 

La cuestión no es saberlo, es lograr que se active en el cerebro ése click que nos permita iniciar el camino y nos motive lo suficiente como para mantener el esfuerzo necesario para transitarlo.

 

Quizás nuestros consejos – si nos los piden- deberían ir más encaminados a hacer saltar ese resorte, a activar ese click que logre un cambio de actitud, porque somos nosotros los responsables de nuestra propia vida, de cómo la vivimos y de cómo queremos continuar haciéndolo.

 

La mayor parte de los métodos para alcanzar una meta e iniciar un cambio inciden sobre la fuerza de voluntad, pero para que ésta salga a relucir necesitamos que se produzca ése punto de inflexión.

 

Y esto es algo muy personal.

 

Se puede pensar que si a un fumador le diagnostican una insuficiencia respiratoria se activará en él la motivación suficiente como para dejarlo, sin embargo la realidad nos demuestra que no es cierto, que ni siquiera el miedo logra que cambiemos.

 

 

¿Y por qué?

 

 

Ésa es la cuestión. 

 

Quizás se trate de buscar en nuestro interior el verdadero motivo por el cual estamos haciendo eso.

 

Todos adquirimos malos hábitos por alguna razón que igual ni recordamos así que puede que conectando con nuestro subsconsciente ésta aparezca, por muy rara que sea. Si es así, si la averiguamos y le damos espacio, podremos enfrentarnos a ella.

 

Nuestros hábitos son adquiridos por algo. Yo personalmente me muerdo compulsivamente las uñas desde los seis años y todavía no sé por qué. Si tuviera la oportunidad de saber cuál fue el detonante, la causa por la cual empecé a hacerlo, creo que me sería mucho más fácil enfrentarme a ella y sentir el click.

 

Así que tengamos confianza, démonos un poco de cancha y busquemos en nuestro interior.

 

 

 

Normalmente la respuesta está ahí dentro. 

 

 

 

 

 

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