El estrés es una de las grandes lacras de nuestro tiempo. Está tan integrado en nuestras vidas, tan normalizado, que es difícil encontrar a alguien que no lo haya sufrido, que no lo sufra o que incluso esté seguro de que tarde o temprano lo puede llegar a sufrir.
Pero ¿Qué es realmente el estrés?
Según la RAE el estrés es tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos, a veces graves.
Según la OMS el estrés es el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción.
Y en Psicología y Mente se describe el estrés como la fatiga mental causada por un rendimiento y unas exigencias superiores a las que podemos soportar.
En realidad todos los caminos llevan a Roma, así que podemos entender que el estrés es tan sólo una respuesta física y emocional que nuestro organismo tiene ante lo que considera es una situación de riesgo.
Imagina lo siguiente,
⇒ Estás en la cuesta de Santo Domingo, en plenos San Fermines y te dispones a correr el encierro.
Tus músculos se tensan, tus sentidos se agudizan y tu respiración se acelera. ¿Piensas en la posibilidad de que te embista un toro o te pisotee la multitud? ¿Sientes miedo?
⇒ Ves una fotografía de Australia donde miles de arañas han invadido toda una población a causa de las enormes lluvias.
¿Te tiembla todo el cuerpo y empiezas a ver arañas por todas partes? ¿Los poros de tu piel se hipersensibilizan ante el más minimo contacto -el roce de una pulsera, la caída de un cabello…? ¿Sientes curiosidad?
⇒ Estás en el trabajo y escuchas cómo alguien comenta que la empresa va mal y que es posible que reduzcan personal.
¿Piensas que te puede tocar a tí? ¿Dejas de concentrarte en tu trabajo y empiezas a preguntarte cómo te las vas a apañar sin empleo, cómo pagarás la hipoteca y los estudios de tus hijos? ¿Te atemoriza pensar que a tu edad ya no encontrarás otra cosa?
Todo esto son situaciones que pueden provocar estrés,
¿Pero son realmente «situaciones de alto riesgo»?
Sí y no. Depende de para quién.
El riesgo es tan sólo una cuestión de perspectiva porque la realidad no es una sola, no es la misma para todo el mundo, depende de nuestras creencias, de nuestra interpretación de los hechos y hasta de nuestra imaginación.
Por tanto, para un corredor experimentado el primer caso le pondrá en alerta, le preparará para «la acción» como dicen en la OMS, pero no sufrirá un estrés negativo y disfrutará al máximo ese momento porque probablemente llevará mucho tiempo preparándose para ello.
Para un aracnólogo la situación dos sería una gran oportunidad para ampliar sus conocimientos, una maravilla de la naturaleza, un hecho singular digno de ser investigado que no le provocaría el más mínimo estrés. Para alguien como yo, que sufre aracnofobia, tan sólo ver esta imagen hará que durante varias semanas me invadan horribles pensamientos donde soy devorada por estos bichos. Una muerte terrible, sin duda.
Y por último, para una persona preparada, llena de confianza en sí misma y sin miedo, el ejemplo tres sería un comentario a tener en cuenta tan sólo en su justa medida y que en caso de hacerse realidad podría suponer incluso hasta una oportunidad para desarrollar su resiliencia.
Eustrés vs Distrés
Es estrés es subjetivo, depende de cómo reaccionamos y puede ser de dos tipos. Existe el estrés positivo o eustrés y el estrés negativo o distrés.
El estrés positivo o eustrés nos estimula, nos pone las pilas, nos prepara para la acción. Nos ayuda a decir bye-bye a nuestra zona de confort. Cuando tenemos eustrés nos volvemos creativos, agudizamos nuestros instintos, nos sentimos más vitales, menos aburridos, más eficientes y útiles. Y además nuestro cuerpo produce dopamina, la conocida hormona de la felicidad.
¿Estrés positivo? ¡Genial! ¡Me lo pido!
¿Estrés negativo? Oh… oh…
El estrés negativo o distrés es la otra cara de la moneda, el malo de la película y por desgracia el gran protagonista de nuestros tiempos.
Este tipo de estrés nos desequilibra ya que lo asociamos normalmente con una amenaza, sea ésta real (realidad siempre desde nuestro punto de vista) o imaginaria. Nos agota, nos hace sentir tristes y apáticos o bien ansiosos y malhumorados. Nos falla la concentración y lo interpretamos todo de manera negativa. Nuestro estado de ánimo parece una montaña rusa y nos mostramos siempre a la defensiva. Además nuestro cuerpo produce cortisol a manos llenas y éste en cantidad elevada provoca trastornos físicos importantes (problemas cardíacos, digestivos, colesterol…).
En fin, viendo esto, se entiende que nadie quiere sufrir un tipo de estrés que le aparte de ser él mismo pero,
¿Podemos escoger?
Sí que podemos escoger.
Si ante una situación que percibimos «de amenaza» optamos por dejarnos invadir por pensamientos negativos y lo hacemos de manera continuada, estos pensamientos negativos nos producirán emociones y sentimientos similares que a su vez, cambiarán nuestra actitud. Distrés.
Si por el contrario tratamos de aceptar las cosas, de analizarlas desde otro punto de vista e incluso de verlas como una oportunidad, conseguiremos pensamientos positivos que a su vez nos producirán emociones y sentimientos similares y por tanto nuestra actitud frente «al reto» -que no amenaza- será mucho mejor. Eustrés.
Claro que fácil, lo que se dice fácil, pues no es. Cambiar nuestra forma de pensar es sin duda lo más difícil del mundo, más que nada porque llevamos toda nuestra vida pensando de forma similar ante situaciones similares. Lo más útil es conocernos a nosotros mismos lo mejor posible, para poder implementar nuevos pensamientos partiendo de cero, como si fuéramos un trozo de arcilla listo para moldear.
Ahí claro, es donde está el verdadero reto porque lo más cómodo, aunque en el fondo pensemos que no, es seguir sumiéndonos cada día en un estrés negativo que nos aleja cada vez más de ser nuestra mejor versión.
Lo dicho. Estrés, ni más ni menos…