Por diversas circunstancias he tenido que dejar a mi entrenador personal. Una verdadera lástima la verdad.
He estado entrenando durante los dos últimos años unas tres veces por semana, y aunque no me convertí en la súper modelo que quería –cosa imposible por otra parte- me ayudaba a estar en forma, a sobrellevar el estrés y a dominar un poco mejor mis cambios de humor y mi pasión por la comida.
Como el deporte es sano y necesario-y corría el riesgo de no practicarlo lo más mínimo al tener que dejarlo- me apunté al gimnasio que tengo justito en la puerta de casa, con la inquebrantable intención de ir al menos cuatro veces por semana, que dado que me salía mucho más económico y lo tengo a dos pasos supuse que sería tarea fácil.
¡Nada más lejos de la realidad!
Han pasado tres meses y tan sólo he ido tres días.
¡Qué triste!. He perdido la apuesta conmigo misma por goleada porque mi fuerza de voluntad ha huido de mí tan rápido como abandonan las ratas el barco que se hunde.
Y pensar que mi motivación para ir a entrenar era que tenía un coste económico nada despreciable, o que mi entrenador personal no me pasaba ni una sola falta, sería faltar a la verdad, ya que el hecho es me gustaba. Y mucho.
Disfrutaba de la intensidad del entreno, del hecho de que el tipo en cuestión se preparara la sesión y lograra que sudar la camiseta fuera divertido, del cansancio de después porque lo acompañaba la satisfacción del objetivo cumplido, y por qué no, del cafecito que me tomaba tras terminar.
Así que para mí hacer deporte tres veces por semana no fue cuestión de fuerza de voluntad, ya que si algo te gusta, si no te cuesta esfuerzo, simplemente no la necesitas.
La fuerza de voluntad es otra cosa. Es ese súper poder con el que consigues enfrentarte a tí mismo, proponerte una meta a medio o largo plazo y hacer todo lo posible por conseguirla. Normalmente para lograr una mejora sustancial en tu vida.
Y sí,
⇒ Necesitas tener fuerza de voluntad para dejar de fumar porque te gusta fumar y sabes que es perjudicial para tu salud, así que te enfrentas a ti mismo para dejar de hacer algo que te gusta y hacer lo que debes.
⇒ Necesitas tener fuerza de voluntad para comer de forma adecuada, porque si te gusta comer y te va el dulce, en momentos de bajón verás bombones de chocolate por todas partes, y te enfrentarás a los temidos postres de las comidas de empresa como si fueras David contra Goliat.
⇒ Necesitas tener fuerza de voluntad para controlar tu genio cuando desearías gritar y chillar porque has tenido un mal día, porque necesitas tiempo para ti y te falta espacio, pero sabes que no va a aportar nada bueno y que es importante que gestiones bien tus emociones, así que de nuevo te esfuerzas en ser mejor.
Y no,
⇒ No necesitas fuerza de voluntad para salir con tus amigos a dar una vuelta, o para disfrutar de un buen libro, para ir al cine, o para andar veinte kilómetros al día haciendo el Camino de Santiago porque te encanta. Simplemente no te supone ningún esfuerzo.
Pero, ¿con fuerza de voluntad se nace o se hace?
Francamente, no tengo ni la más mínima idea.
Son innumerables los consejos que puedes encontrar en internet para aumentar tu fuerza de voluntad, como si de un músculo se tratara. De hecho algunos piensan que es eso, un músculo mental que se puede entrenar.
Aunque por otra parte, todos conocemos a personas que simplemente hacen lo que deben y no se complican la vida. Si saben que fumar es perjudicial, no fuman. Si deben llevar una alimentación sana, lo hacen. Si tienen que practicar deporte a menudo, lo practican. No es que les apasione, es que lo asumen y no se enfrentan a sí mismos continuamente.
Así que entiendo que con fuerza de voluntad, de algún modo, se nace, pero también confío en que si no la tienes, la puedes crear y hasta fortalecer.
La cuestión sería ¿Cómo?
¿Cómo puedes ganar en fuerza de voluntad?
Pensándolo bien lo resumiría en 10 pasos + 1.
1.- Identificar el problema.
Lo primero que necesitas es preguntarte, en serio, qué estás haciendo mal o qué no estas haciendo bien.
No estoy practicando deporte.
2.- Querer cambiar.
Si sabes qué haces mal, o qué no haces bien, pero no te preocupa demasiado, no hay más. Pregúntate pues por qué quieres mejorar.
Quiero hacer ejercicio a menudo porque es sano, y las súper endorfinas que genera me van a hacer mucho más feliz.
3.- Plantéate un objetivo razonable.
Seguiríamos con el planteamiento de un simple objetivo. Aquí no te vengas arriba, no es como la lotería, que si quieres que te toque no te conformas con unos miles. Piensa en algo que sea coherente.
Quiero ir al gimnasio tres veces por semana.
4.- Organízate para conseguirlo.
Haz un planning. Controla los horarios, los momentos en los que sabes que te vas a enfrentar a ti mismo, y tenlos previstos de antemano.
Martes de 16:00h a 17:00h, miércoles de 16:00h a 17:00h, sábado de 10:00h a 11:00h.
5.- Permítete algunas licencias.
No es cuestión de saltarte tus objetivos sino de modificarlos puntualmente manteniendo el mismo fin.
Si no voy al gimnasio pero voy a andar, también cuenta.
6.-Prepárate un calendario.
Haz un calendario para poder ir marcando los días con unos gomets. Y pégalo en la nevera, que no sé qué tendrá pero lo que vemos en ella no se nos pasa nunca.
Gomet azul, gomet rojo, gomet verde. ¡Prueba superada!
7.- No te confíes.
Tras un tiempo de cumplimiento, no te fíes y te permitas muchas licencias, porque si eres de piernas flojas la vuelta a la lucha será mucho peor.
Hoy no voy ir porque no me he saltado ni una en tres semanas. ¡¡¡Noooo!!! Volverás a empezar de cero.
8.- Prémiate emocionalmente cada día.
Felicítate a ti mismo. Estás haciendo un gran esfuerzo y te mereces agradecértelo.
Pero qué buena que soy, qué bien me siento, soy un crack.
9.- Sé constante
Esto es un camino a largo plazo. Aunque implementar un nuevo hábito saludable suele llevar 28 días muy difíciles, debes continuar. Si es un cambio de vida no puedes dejarlo al poco de conseguirlo. Continúa.
Hoy sí y mañana también.
10.- Cambia tus creencias.
Convéncete a ti mismo de que eso te gusta, te encanta y disfrutas haciéndolo.
Guau, esto genial. Cada día me gusta más.
10 + 1.- Y por último, enamórate de tu nuevo hábito.
Así ya no necesitarás más fuerza de voluntad porque habrás convertido tu reto en algo que te gusta, y ya sabemos que si te gusta, si lo disfrutas, ya no necesitarás enfrentarte a ti mismo.
Parece fácil ¿no?.
En realidad no lo es, pero si lo fuera, tampoco nos sentiríamos en la auténtica gloria cuando lo logramos ¿no?