Hoy en día, el auge de las redes sociales y el fácil acceso a las nuevas tecnologías ha puesto de manifiesto el escaso avance de nuestra sociedad en cuanto a la capacidad que tenemos para expresar nuestras opiniones.
Cualquier noticia que se publica en los medios, independientemente del tinte de la misma: político, económico, social… se expande por las redes tan rápido como la pólvora. Y se magnifica.
Tenemos información de todo tipo a cualquier hora, accedemos a ella en cualquier momento, y nuestros tiempos de respuesta son mínimos. Podemos plasmar nuestras opiniones de forma inmediata. Y en la mayoría de los casos emitimos un juicio basándonos en una mera imagen, en un vídeo, en una simple publicación, sin molestarnos en ir más allá.
Por otra parte, nuestra sociedad ha entrado en una tendencia preocupante, la de opinar sin medida sobre casi cualquier cosa, aún sin saber nada de ella, y, si procede, cambiar de postura segundos después tras la publicación de una nueva imagen, un nuevo vídeo o un nuevo artículo.
Nos hemos vuelto valientes para hablar.
¿Pero hasta qué punto expresar nuestras opiniones nos da derecho a sobrepasar ciertos límites?
Al comunicarnos a través de las redes sociales es muy difícil que percibamos el impacto emocional que produce nuestro mensaje, porque funcionan como un escudo de fuerza contra la empatía, esa fórmula mágica que entre otras cosas facilita la resolución de conflictos.
Además, para expresarnos correctamente necesitamos tener una pizquita de asertividad, una maravillosa habilidad comunicativa que nos permite defender nuestras opiniones con el más absoluto respeto.
Y no, en general parece ser que estos dos ingredientes se nos olvidan cuando tecleamos.
Frecuentemente leemos mensajes que se argumentan poco o nada, e incluso que se acompañan de palabras ofensivas y, llegados a este punto, igual da que tengamos o no razón, simplemente perdemos toda credibilidad si sólo atacamos a quien no comparte nuestro punto de vista.
Como muchos piensan, la solución no está en instaurar la censura en los medios, sino justamente en todo lo contrario.
Debemos promover la expresión de todas cuantas posturas sean precisas, eso sí, haciendo siempre un buen uso de nuestro lenguaje.
Debemos expresar nuestro punto de vista con educación y con respeto.
👉 Porque tener una diferencia de opinión con alguien o respecto a algo, no nos autoriza de modo alguno a enarbolar la bandera del insulto. Más bien todo lo contrario.
👉 Porque argumentar y hablar con respeto respecto a algo, promoverá la escucha activa por parte de quienes nos lean o escuchen. Compartan o no nuestra opinión, haciéndolo bien, igual hasta nos dan el beneficio de la duda.
Seamos educados, respetuosos y amables.
Expresemos nuestras opiniones de forma adecuada a través de cualquier medio.
Hagamos de las redes un uso mejor.
Afortunadamente es así José María, no todo el mundo lo hace.
Mi intención no era otra que remover conciencias porque considero que una gran parte de usuarios de RRSS no recapacitan, no se informan y no comentan con fundamento sus opiniones que, además, no siempre transmiten con educación y respeto.
Afortunadamente, y me reitero, no todos somos así.
Muchas gracias por hacerlo notar en tu comentario 😊
María Ángeles, supongo que tendrás razón y que hay mucha gente que opina sin pensar y por una primera impresión.
Personalmente, me pienso mucho antes de dar una opinión, necesito investigar para tener una opinión fundada, lo que hace que «llegue tarde» y la polémica ya sea otra 🙂
También soy consciente que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice y cómo se dice porque todo puede ser malinterpretado.
No me siento incluido en el grupo al que se refiere el artículo porque huyo de respuestas impulsivas y supongo que habrá más gente como yo.
Te deseo una buena semana,
José María