El árbol de Navidad

 

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Las navidades se acercan y los peques empiezan a impacientarse, no por los regalos la verdad, sino porque quieren poner ya el árbol de Navidad.

 

Recuerdo que en mi infancia también poníamos un árbol por estas fechas, aunque eran los Reyes Magos quienes venían cargados de regalos, no Papá Noel.

 

Ahora ambos llegan a los hogares infantiles con muchos más regalos de los que los niños piden, y sobre todo, de los que necesitan.

 

Regalos

 

 

El tema regalos es una completa locura cuando tienes niños, así que nosotros hace unos años pusimos una norma:

 

→ A Papá Noel le pediríamos únicamente dos regalos, que ya es mucho, y serían dos porque uno lo deja en casa de los yayos, a quienes se les ilumina la cara cuando van a recogerlo, y el otro, bajo nuestro propio árbol.

 

→ Y a los Reyes Magos un tercero, que no es cuestión de echarlos al paro en estas fechas.

 

 

En total hacen tres regalos por niño, lo que sigue siendo excesivo si además tienes más de uno, pero no podemos evitar emocionarnos cuando el día de Navidad nos despiertan para ver si Papá Noel ha pasado por casa.

 

 

Qué caritas…

 

 

Y de nuevo días después, cuando se les ilumina la mirada al preparar los tres vasos de leche con galletas junto al Belén para que los Reyes Magos apaguen su sed y coman algo para el trayecto de vuelta.

 

 

Es increíble…

 

Así que ahora por estas fechas, en el puente de la Constitución, es cuando llega el momento en casa de dar la bienvenida a la Navidad.

 

El árbol

 

 

 

Subimos del desván las cajas donde el año anterior guardamos con un poco de pena todos los adornos, para darles de nuevo el espacio que merecen.

 

Montamos el árbol de Navidad en el salón porque es el gran protagonista de la fiesta.

 

¡Y empieza el proceso!

 

Colgamos las cuatro bolas de navidad que quedan –los niños han ido creciendo y mientras lo hacían nos hemos ido despidiendo poco a poco de toda la colección que yo guardaba con tanto cuidado-, ponemos los cuernos de unicornio, las grandes flores blancas con sus filamentos verdes y amarillos que lo cubren casi por completo y las luces parpadeantes.

 

 

Hasta aquí nuestro árbol es casi de revista. Un primor.

Pero está incompleto, porque falta lo más especial.

 

 

 

Colgar los pequeños adornos que cada año han ido haciendo los peques con sus propias manitas.

 

  Esos triángulos hechos con palos de polos y pintados con rotulador, a los que les han pegado una bola roja de fieltro y una estrella de goma espuma.

 

  El adorno que fabricaron con el rollo de cartón de papel higiénico y que cortaron en pequeñas tiras para unirlas con forma de estrella, todavía sin pintar.

 

  Las pequeñas cartulinas que simulan ser bolas de navidad con dibujos hechos por ellos y que sujetan milagrosamente con una pinza de tender la ropa.

 

  Y como broche final, la estrella de Navidad de color rojo que mi hija hizo con arcilla cuando iba a la guardería.

 

 

Ahora ya no es tanto un árbol de revista, pero sí que es nuestro árbol de Navidad.

 

 

Con los años vamos perdiendo cierta sensibilidad a estas fechas, por eso de que nos hacemos mayores, de que engordamos un par de buenos kilos con el turrón y los dulces, quizás porque  las comidas y cenas familiares no siempre son no tan amenas y apetecibles como salen en los anuncios de la tele, e incluso porque los regalos ya no nos sorprenden tanto.

 

Pero si tienes la suerte de vivirlas con niños las disfrutas de otra manera, porque las vives a través de sus ojos y te preocupas porque sean sencillas, a la par que familiares y emotivas. 

 

 

Poner el árbol es sin duda nuestro modo de dar la bienvenida a la Navidad.

 

 

y ¿Cuál es el origen del árbol de Navidad?

 

 

Según nos cuenta Antonio López en su post El origen del árbol de Navidad, éste proviene de los celtas, que adoraban a varios dioses a los que representaban con árboles. Por estas fechas celebraban el nacimiento de Freyr, el dios de la lluvia, del sol naciente y de la fertilidad, al que representaban en un bloque de madera, y para quien preparaban una gran fiesta.

 

Al parecer esta tradición pagana llegó a nuestros días cuando los misioneros cristianos, convencidos de que no podían erradicar la costumbre de adorar a un árbol, optaron por adaptarla colgando de un pino manzanas y velas, las manzanas por lo del pecado original, y las velas por la luz de Jesucristo.

 

 

Curioso, sin duda.

 

 

En realidad, a estas alturas de la historia, para cada uno representará una cosa.

 

Para algunos será la naturaleza que se hace hueco entre las paredes de ladrillos, quien da la bienvenida al invierno y a su magia, la nieve.

 

Quizás para otros sea únicamente el lugar donde se colocan los regalos, un mero elemento decorativo.

 

Para la mayoría de los padres, representará el calor del hogar.

 

Y para ti,

 

 

¿Qué significa el árbol de Navidad?