Se dice habitualmente que la gente no cambia, que somos como somos y que hay que aceptarlo porque esto es lo que hay.
Tu pareja te dice:
– Mira, yo soy así, y así era cuando me conociste.
Entre los amigos se comenta:
– Pues si ya sabes cómo es, lleva toda la vida igual.
Tu familia habla de tí:
– Tú siempre has sido así, desde bien pequeño, si es que no cambias.
Pero la realidad es que todos cambiamos, todos evolucionamos, queramos o no.
Algunos cambios están motivados por uno mismo, por las ganas de mejorar, de superarse a sí mismo.
Otros están motivados por las circunstancias de la vida – cualquiera que tenga hijos lo sabe porque ser padre lo pone todo patas arriba.
Es un hecho.
Lo que ocurre es que se acepta con total naturalidad que la vida te cambie – bien sea porque ya no te dediques profesionalmente a lo mismo o porque hayas dejado de trabajar, porque te hayas separado y tengas una nueva pareja, porque hayas sufrido una enfermedad o un gran trauma, o porque simplemente cumplas años y tus fuerzas ya no te permitan salir de marcha hasta las tantas. No hay problema, no pasa nada, es totalmente normal.
Sin embargo, evolucionas como persona y no se ve. Y no se ve porque nos empeñamos en no verlo.
¿Por qué no creemos que la gente cambia?
En cuanto conocemos a alguien nos construimos una imagen sobre quién es, cómo piensa, cómo se comporta, a qué se dedica… y a partir de ahí, ése alguien está perdido.
Guardamos esa información codificada en el cerebro y olvidamos desencriptarla más adelante. Se queda almacenada y es invariable. Cuando coincidimos con esa persona acudimos a ella para afianzar nuestros datos, no para modificarlos. Nos resulta más cómodo ya que el esfuerzo es mucho menor.
Cambias pero nadie te ve, y si tienes la suerte de que alguien lo haga es porque su mente es más despierta, más inquisitiva, o porque está en la misma fase de cambio que tú.
Así que es habitual que busques nuevas compañías, ya que así la imagen que se formen de tí – si les dejas- estará totalmente actualizada y podrás ser tú mismo. Sentirás la increíble chispita de verte reconocido, comprendido y aceptado por quién eres ahora, no por quién fuiste en el pasado.
Y cuando eso sucede es una auténtica gozada.
Cuando alguien te ve como realmente eres y te acepta, algo mágico crece en tí.
La gente cambia. Es inevitable. Así es.
Debemos hacer el esfuerzo de verlo porque probablemente aquellas personas a las que creemos conocer no son en absoluto quienes pensamos, y si nos molestamos un poco en tratar de descubrirlas de nuevo, disfrutaremos de ello.
Y ambos seremos mucho más felices.
Así que por favor, inténtalo.
Observa, escucha, abre tu mente y déjate llevar. ¿Quién es ahora?