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Tener un entrenador personal puede ser algo banal para determinadas personas, incluso a otras les pueda parecer absurdo no tenerlo. Sin embargo, en un entorno de caprichos humildes cómo el mío suena pijo, muy pero que muy pijo… aunque no estoy segura de que hoy en día todavía se use este apelativo la verdad.

 

Antecedentes: Estoy gordita, rellenita, fuertota, grande o como se quiera decir. Me sobran kilos a porradas y aunque admito que me cuesta mucho cerrar la boquita, lo cierto es que me cuido un montón. Sin embargo, desde que me quedé embarazada de mi hija mayor mi metabolismo optó por cambiar, fue cosa suya, yo no se lo pedí, pero como él es muy suyo pues le pareció que lo mejor era la dieta del aprovechamiento y allá que se fue. Aprovechó hasta la gota de agua que se derramaba por la piel de la manzana al lavarla y se lo quedó todo, todo, todo… que ya que se ponía no era cuestión de desperdiciar nada de nada…

 

¡Lo digo en serio!

 

Que me comía una palomita… pues esa la guardaba en las cartucheras, si caía una aceituna… se la llevaba al culete, bocado de míni sándwich vegetal… a guardar todo en la tripita.

 

Y así, bastante rápido y casi sin darme cuenta, fue como entré en el maravilloso mundo de los gorditos, rellenitos, obesitos y demás. Sinceramente, creo que los límites de la OMS me los salté hace tiempo ya, ji, ji…

 

No creais que estaba tan felíz no, al principio no lo llevé nada bien. ¡Vále! lo llevé peor que mal, todo el día sumida en mis complejos y de mal humor, no había quien me aguantára y mi pobre marido se ganó el cielo a escobazos. Pero un día puse punto y final, acepté los hechos, mandé las dietas a freír espárragos y definitivamente me animé a cambiar algunos hábitos alimenticios y sobre todo, a hacer ejercicio. Y ahí es donde entró en mi vida un Personal Trainer, o un Entrenador Personal para los amigos.

 

Suena caro pero compensa más que la depilación láser, y ya es decir. Ahora nos vemos tres veces por semana y aunque me tiene toda la sesión en plan Rocky IV luego me siento genial, feliz y fuerte, en plan superwoman total.

 

Al menos parece que mi adorado metabolismo se ha cansado de ahorrar y ahora va al día, y deseando estoy de que gaste y gaste al por mayor las reservas que tengo pero con la crisis pues no se anima el caprichoso de él. Así que con Personal Trainer y todo sigo siendo gordita, rellenita, obesita y cualquier otro apelativo cariñoso que sirva para describirme como una mujer de cuarenta y cinco que dejó atrás hace tiempo su ansiado peso ideal, entre otras cosas.

 

Pero yo a mi entrenador no me lo quito ni loca. Me siento feliz cuando salgo agotada de la paliza que me da y me siento orgullosa de ser constante y de disfrutar haciendo ejercicio, aunque sea a costa de tirar de yayos para que hagan de niñeras mientras yo me voy a sudar la gota gorda.

 

Así que sí, tengo un entrenador personal y tan ricamente…