Dicen que tener envidia es lo peor. Que los envidiosos y envidiosas son mala gente y que aquél que siente envidia nunca es feliz.
También dicen que hay dos tipos de envidia, la sana y la que no lo es, lo que echa por tierra la mitad del dicho anterior porque si es sana, es buena, y si es buena, no puedes ser uno mala gente ¿no?
Yo no creo que ser envidioso o envidiosa sea del todo malo, más bien pienso que esto depende de la dosis, como el jarabe, que en la dosis adecuada cura y si te pasas, pues a saber.
Yo siento envidia, y mucha.
Eah. Ya lo he dicho. En plan confesión absoluta.
Siento profunda envidia de aquellos y aquellas personas que destacan por su enorme inteligencia. Esto es, con diferencia, lo que más admiro de alguien, lo que realmente me toca la fibra. De hecho mi marido me conquistó porque es un hombre tremendamente inteligente, entre otras muchas cosas claro, tampoco voy a negar que por muy listo que sea, si fuera más feo que un demonio pues no me hubieran dado muchas ganas de echarme a su yugular.
Pero es verdad. Admiro profundamente la inteligencia y todas sus vertientes: la buena memoria por ejemplo, la facilidad de aprendizaje, la cultura – derivada ésta de la buena memoria, que si te acuerdas de todo pues no es difícil saber dónde cae cada país en este inmenso mundo, o qué río pasa por Zaragoza, o quién fue fulanito de tal o menganito de cual.
Yo soy un desastre. A mí mi suegro no me reconoce la inteligencia, para qué nos vamos a engañar, aunque me dice que soy lista, cosa que al parecer no es lo mismo. Mi marido es inteligente. Yo lista, pero muy lista no me veo yo, que no sé dónde cae el Mar Muerto en el mapa.
Tengo memoria a corto plazo. Ya me puedes decir cualquier cosa importante, ya me puedo pegar ocho meses estudiando como una posesa e incluso sacar un diez en un examen, que a la de dos días del evento se me borra todo. ¡Qué lastimica! Y que no me dé por hablar de algo que he visto u oído porque a lo que me pongo a explicar ya no recuerdo ni dónde, ni el qué y ni mucho menos quién lo ha dicho. Si me hiciera famosa y me hicieran preguntas de esas de ¿cuál es tu libro preferido? Diría… Pues ése que va de… uf sí… éste que era uno que… si me encanta, si hasta me lo leí tres veces…
En serio, ni idea… memoria de pez, una penita penita pena.
Mi serie preferida, The Big Bang Theory. Ya sé que son unos frikis y todo eso pero ¿acaso no les llamamos así por envidia? Yo no sabía qué era memoria eidética hasta que no la ví y si ahora pudiera pedir tres deseos, ¡entre uno de ellos estaría este!
Inquietudes tengo a porrillo. Me gustaría saber de informática, hablar y entender varios idiomas, estar versada en literatura… y hasta me he preguntado varias veces qué será eso de la física cuántica. Pero de ahí no paso. Quiero decir que del «me gustaría» no avanzo porque soy una pobre mortal, como la mayoría, y por mucho que me esfuerce con mi memoria a corto plazo invertiría miles de horas en aprender estas cosas.
Pero una cosa sí que tengo, y es actitud. Si me empeño en algo, si me empeño bien, normalmente lo saco adelante, con mayor o menor fortuna pero lo saco. Así que tendré que redefinir bien mis objetivos porque creo yo que, por mucho que persevere, a estas alturas no voy a sacarme un título en ciencias puras, pero seguramente mejorar mis conocimientos de inglés, de informática, y de literatura entre otros, son cosas que sí están a mi alcance.